Cuenta la leyenda que...
Una madre y su hijo eran tan pobres, que no tenían casa para vivir. Vivían de las cuatro limosnas que mendigaban. Una tarde llegaron a Sant Llorenç. Hacía frío y estaba anocheciendo. Un desalmado les ofreció pasar la noche en una casa, pero no les dijo que era un lugar encantado en el que habitaba una presencia extraña. La mujer y el niño encendieron un fuego con cuatro ramas y cocinaron un poco de pancuit para cenar. A la primera cucharada, oyeron una voz honda y vibrante que gritaba aterradora:
—¡Luz! ¡Dad luz! ¡Luz, que es necesaria!
El niño se acercó a una habitación y abrió la puerta, que chirrió ruidosamente...
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