Cuenta la leyenda que...

El príncipe austrohúngaro era el heredero de una de las mayores riquezas de Europa. En Mallorca, todo el mundo lo conocía con el apodo de El Archiduque. Era un hombre inquieto y curioso, repleto de manías intelectuales y artísticas, enamorado del mar Mediterráneo y, especialmente, de un rinconcito que se convirtió en su hogar: S’Estaca, en Valldemossa. Le gustaba el paisaje del paraje, recorrer la ladera, llegar hasta la roca de Na Foradada.

Una mañana calurosa, después del paseo, el Archiduque tenía prisa por llegar a casa. Por el camino vio a un carretero. El carro le había volcado, el mulo había resbalado, la carga de troncos desperdigada…

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