Bartomeu Rosselló-Pòrcel escribió "Sóller" desde la añoranza.
Prepara el cielo secretos
murmullos de mandarina.
Y las riberas del viento
extravían naranjadas. Cato vergeles. Me tiendo
sobre valles acolchados.
Las hojas alzan frescor
y abanicos de la gracia,
cortinajes de perfume,
cortesías tremoladas.
El viento pinta perfiles
caramelo en el viento.
Traigo revuelto el cabello / la sombra trastornada.
Azúcar del aire me hace
cosquillas sobre la cara,
con mermeladas de flor
y jarabes de espantada.
Los muslos de una marquesa
mi espalda resbalan.
Cuando el satén se hace hielo,
semeja volverse llama.
vicario comparece
con vaso de leche helada.
sudor de las axilas le atraviesa la sotana.
«Sóller» Imitació del foc, 1938
Traducido por Jaume Pomar. Recitado por Gaspar Valero.
(Palma, 1913 – el Brull, Montseny, 1938). Poeta, ensayista y traductor. Cuando los poetas mueren jóvenes se les reserva un lugar privilegiado en el panteón literario. Rosselló-Pòrcel murió casi solo, fuera de la isla, en época de guerra, cuando se podía pensar, dada su incipiente obra, que le esperaba un camino fecundo en el campo de la poesía y la literatura. Del barrio del Puig de Sant Pere a Barcelona llevando una vida de estudiante aplicado, pasando por las visitas a Sóller, en el tren recién estrenado. Había sido discípulo, en Palma, de Gabriel Alomar y cursó la carrera de Letras en Barcelona siendo alumno, entre otros, de Carles Riba. Estableció una sólida amistad con Salvador Espriu con quien viajó, junto con otros estudiantes y profesores catalanes y españoles, en un crucero por el Mediterráneo que constituyó un hito para muchos de ellos. La obra de Rosselló supuso la ruptura con la tradición poética anterior, especialmente en Mallorca. Abandonó el neobarroquismo para seguir las huellas del surrealismo, corriente vanguardista imperante y presente en toda Europa. Su obra poética se publicó póstumamente en 1938 con el título Imitación del fuego. Es autor de poemas inmortales sobre la añoranza de Mallorca, entre ellos el poema Sóller: el poeta torrente y pájaro, se empapa del aroma del paisaje, de las fiestas en los casales, terminando con una guiño lleno de ironía.
El valle de Sóller es emblema del paisajismo literario y pictórico de Mallorca, especialmente a lo largo del siglo XX. Resulta difícil dar con algún escritor autóctono o visitante, que no haya escrito sobre Sóller y su valle. Por otra parte, Sóller es también cuna de escritores, desde Guillem de Torrella, el autor de la Faula artúrica del siglo XIV, hasta Guillem Colom, Maria Mayol o Miquel Arbona. En el poema de Rosselló-Pòrcel se condensa todo lo que ofrece este paisaje, en un tono desmitificador, hace lo bello accesible. El poeta parte de una tradición anterior, que podríamos identificar con poemas-ambiente, también sollericos, escritos por Pons i Gallarza («Los tarongers de Sóller»), Joan Alcover («Record de Sóller») y Miquel dels Sants Oliver («El perfum de Sóller»). La aportación de Rosselló-Pòrcel es renovadora, y de ahí que nos transmita una percepción del valle, su torrente y los naranjos con conceptos sensoriales alterados. También se percibe cierto cosmopolitismo, derivado del talante solleric: un pueblo que ha hecho fortuna en tierras occitanas y francesas. La atmósfera del poema se rompe en los cuatro versos finales, tejidos con una ironía cotidiana un tanto irreverente.
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