Los Espadats de Tramuntana, ahora lo veíamos, se abrían en una bahía, al fondo de la cual, se nos dijo, estaba el pueblo de Súmir, una villa de pescadores y de payeses, con un puerto resguardado, del que, antes, salían barcos hacia Adia, fletados por marchantes de la Isla.
[...]
El sol se había escondido tras la cresta de las Montañas de Tramuntana, la Sierra, la llamaban los isleños, y una luz azul, con un matiz de amarillo, todavía iluminaba nuestra navegación.
Súmir era un pueblo que se encaramaba por los declives, rodeado, por el lado de tierra, de naranjales, almendros y campos de cultivo. El muelle de los veleros estaba bien vacío y no había ningún barco en el muelle de los pescadores. Tampoco había gente en las calles empinadas de la villa que íbamos separando a medida que nos acercábamos. Ni gente ni animales: faltaban los ladridos de los perros, los maullidos de los gatos, los relinchos de las yeguas,el cacareo de las aves de corral, los rebuznos de los asnos, el bramido de las vacas y el balido de las ovejas..., ni siquiera había en el ambiente el piar de pájaros, propio de una tierra tan ufana. Incluso las gaviotas que habíamos topado a la vista de la Isla y que nos habían acompañado con sus chillidos, ahora habían huido.
L’illa de les Tres Taronges (La isla de las tres naranjas), 1987
(Barcelona, 1945 – L’Hospitalet de Llobregat, 1998). Escritor, traductor, articulista y guionista. Autor ampliamente reconocido en la literatura catalana contemporánea, forma parte de la generacióbn literaria de los setenta y del colectivo Trencavel. Comprometido activista cultural, participó en el movimiento cultura en pro del uso oficial y literario de la lengua catalana. Con La isla de las tres naranjas (1983) inició una triología formada por El anillo de hierro (1985) y El jardí de les palmeres (1993).
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